El principal objetivo de nuestra agricultura es alimentar a la población con productos de calidad y, al mismo tiempo, preservar los ecosistemas del planeta y la vitalidad de nuestras zonas rurales.

 

La situación actual no es buena para los agricultores y los consumidores ni para el medio ambiente.  Sin embargo, los más perjudicados son los agricultores y los ganaderos, quienes se enfrentan a una gran incertidumbre sobre su futuro. Quizá esta es la causa de que la actividad agrícola sea menos atractiva para la gente joven y de que haya poco relevo generacional.  Necesitamos cambios y progresos para reforzar el papel de la agricultura europea y darle una perspectiva a largo plazo. Los contribuyentes nos piden con razón que establezcamos un vínculo más estrecho entre nuestras políticas y los alimentos de calidad, la salud humana, la lucha contra el cambio climático, la protección de nuestro medio ambiente, el bienestar de los animales y la protección de los puestos de trabajo en zonas agrícolas y rurales. Depende de nosotros escuchar a los agricultores y hacerlos partícipes de estos cambios para que puedan ocupar el lugar central que les corresponde en la sociedad y en el proyecto europeo.

Más allá de Europa, en el contexto de la globalización, si Estados de grandes dimensiones continentales como China o Brasil están aumentando sus presupuestos para políticas agrícolas y alimentarias, sería ilógico que nosotros los redujésemos a escala de la Unión.

Es urgente que Europa asuma su responsabilidad internacional y ponga en marcha un verdadero plan estratégico de autonomía alimentaria que proteja sus capacidades agrícolas y de producción alimentaria, sin perjuicio de que, al mismo tiempo, se sigan desarrollando acuerdos de libre comercio. Deben examinarse rigurosamente los beneficios potenciales y los impactos negativos del aumento de la competencia y de las concesiones agrícolas en negociaciones comerciales con el fin de garantizar un equilibrio económico adecuado y de que no resulten amenazados sectores sensibles de la agricultura europea y, con ello, muchos de nuestros territorios y zonas rurales. La equidad y el equilibrio deben ser los principios rectores en los acuerdos comerciales. Asimismo, el sector agrícola debe prepararse para la incertidumbre en torno al brexit y para sus posibles repercusiones en el presupuesto de la Unión y los mercados. Nuestras necesidades de seguridad alimentaria exigen que nos centremos de nuevo en nuestras actividades agrícolas, lo cual implica que la Unión debe evaluar cuidadosamente el impacto y el alcance de sus acuerdos de libre comercio y ayudar a reactivar un nuevo orden multilateral basado en la cooperación entre las políticas agrícolas estabilizadoras y las sostenibles para garantizar una mayor estabilidad de los ingresos. Ante todo esto es lo que nuestros agricultores quieren que hagamos.

La agricultura europea necesita un enfoque valiente e innovador.   Necesitamos una revolución en nuestra política agrícola, y la necesitamos ahora.