La semana pasada, casi 200 millones de ciudadanos votaron en las elecciones al Parlamento Europeo. La mayoría votó por fuerzas proeuropeas y democráticas, dejando claro en qué tipo de sociedad quieren vivir en los próximos años.
Han elegido entre principios fundamentales: estar a favor o en contra de la democracia, estar a favor o en contra de la libertad, estar a favor o en contra de la solidaridad, estar a favor o en contra del proyecto europeo de progreso social y económico y de prosperidad compartida. Y ahora que se han emitido los votos, es hora de que los representantes cumplan, y de que lo hagan con responsabilidad.
Ahora entramos en un periodo de negociaciones, en el que debatiremos las prioridades y una hoja de ruta para los próximos cinco años. Como socialistas y demócratas, estamos dispuestos al diálogo; estamos dispuestos a debatir y a construir alianzas en interés de los europeos. Hemos designado al Canciller alemán, Olaf Scholz, y al Presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, para que nos representen y garanticen que, como segunda familia política más votada, se respeten nuestras prioridades.
Y tenemos una línea roja absoluta: No negociaremos con la extrema derecha.
Hoy, los peligros que presenta la extrema derecha están más vivos que nunca. La extrema derecha europea ha aprendido a ser más presentable, mejor a la hora de fingir que representa a los trabajadores, mejor a la hora de utilizar su presencia en el Parlamento para socavar la propia existencia de la UE desde dentro.
Defendemos el principio del candidato común, pero nuestro apoyo a un candidato a la presidencia de la Comisión Europea no es un cheque en blanco. Nosotros, socialistas y demócratas, estamos dispuestos al debate y al compromiso sobre la base del programa que presentamos, un programa en el que millones de ciudadanos depositan su confianza, lo que nos convierte en el mayor grupo progresista del Parlamento.
Defenderemos un Pacto Verde y Social y exigiremos a la UE que haga más para apoyar la transformación de su industria en un actor global líder, basado en empleos de calidad, una mano de obra cualificada y una mejora de los derechos de los trabajadores. Para ello es necesario colmar el déficit de inversión y desarrollar una economía sostenible e integradora con un planteamiento "Made in Europe", dotada de plena autonomía estratégica. La UE también debe hacer frente a la crisis de la vivienda e invertir en servicios públicos accesibles.
Y, por último, tiene que seguir apoyando a Ucrania y defendiendo el Estado de Derecho.
Los retos actuales a los que se enfrentan los europeos son excepcionales. La democracia y el Estado de Derecho siguen sufriendo ataques, y el cambio climático se acelera. Rusia prosigue su brutal agresión contra Ucrania, amenazando la seguridad y la integridad de Europa. Y siguen muriendo inocentes en una guerra entre un gobierno israelí de extrema derecha y el grupo terrorista Hamás.
Mientras tanto, millones de europeos siguen enfrentándose a costes de vida y vivienda excesivos, condiciones laborales precarias, discriminación, exclusión social y pobreza. Las mujeres siguen luchando por la igualdad real, y la comunidad LGBTQ+ continúa luchando por sus derechos.
Nuestra prioridad es responder a estos retos. El destino de Europa debe ser seguir siendo un faro de paz, una democracia próspera en la que se respete el Estado de Derecho. Debe seguir siendo el continente de la libertad, los derechos individuales y la igualdad de oportunidades, con una economía social de mercado que concilie justicia social, progreso y crecimiento económico, para que nadie se quede atrás. Debe convertirse en líder mundial de la política climática.
Como socialistas y demócratas, seguiremos trabajando por nuestros ciudadanos y por la unidad. Estamos juntos por una Europa social, democrática y sostenible.
La promesa de nuestra unión reside en la fuerza, la diversidad y el potencial de nuestros ciudadanos. Es hora de actuar con responsabilidad. Es hora de cumplir.